28 octubre 2011

Kirchner. Historia, Memoria y Proyecto

A un paso del infierno

Por Luis Bruschtein

Antes de Kirchner había una sociedad que descreía de la política y de la democracia. Kirchner recuperó los valores de la política como herramienta de cambio y apuntaló así las instituciones. Antes de Kirchner miles de jóvenes se movilizaban para expresar su desconfianza en los políticos. Ahora miles de jóvenes se movilizan convocados por la figura de Kirchner.

Historia conocida en Argentina. Miles de jóvenes en la calle en 2001 movilizados para protestar contra la política. O sea, miles de jóvenes reprimidos y decenas de ellos asesinados. Otra vez una generación empujada a la violencia. Una sociedad que nuevamente empujaba a sus jóvenes, a sus hijos, a la inmolación. Ya pasó una vez y se estaba al borde de repetirlo, ése era el borde del infierno.

Los que balconean, los que se limitan a merodear por sus ombligos, nunca se dieron cuenta. Se saltearon el 19-20 de diciembre, o los asesinatos de Kosteki y Santillán. Dijeron los dos demonios, o peor, que se habían matado entre ellos. Nunca vieron, como no lo hicieron antes, en los ’70, lo que estaba pasando, sobre todo entre los jóvenes.

Creyeron que se trataba de una discusión académica. De un debate sobre la violencia. Y se trataba de la vida, un lugar que frecuentan poco. En la vida, la sociedad argentina estaba encaminada nuevamente hacia la violencia. En la vida, no se lucha contra la violencia estando en contra de la violencia como damas y caballeros de salón. Se lucha contra la violencia abriendo posibilidades de cambios en paz. No se trata de clamar contra la violencia, sino de mostrar que la paz es fructífera y puede ser justa.

La frustración y la impotencia ante las injusticias llevan a la violencia. Primero fueron los militares y después las corporaciones. Los golpes de Estado y los golpes de mercado. Fueron las corporaciones que frustraron las expectativas cuando le doblaron el brazo a Alfonsín, cuando corrompieron el peronismo de Menem, cuando disuadieron el progresismo de la Alianza. Una frustración detrás de otra. Esa política, esos políticos, los intelectuales que respaldaron a esos políticos, todos ellos empujaban a la violencia. Clamaban contra ella, pero contribuían a crear las condiciones para que prospere. No hubo intelectuales progresistas para explicarles a los chicos que murieron el 19-20 de diciembre que no tenían que ser violentos. No había que explicar nada, había que ser progresista de verdad y es probable que los chicos no hubieran muerto.

Todo lo que dejaron de hacer los progresistas radicales, frepasistas y socialistas y los peronistas menemistas desde 1983 hasta 2003, finalmente lo hizo un flaco al que, encima lo vapulean los que no hicieron lo que debían hacer. Y lo vapulean por eso, por haber hecho lo que ellos no se animaron. Están ofendidos, en vez de agradecidos, porque los puso en evidencia. Ese flaco sacó al país de la violencia porque generó condiciones para iniciar un proceso de cambios pacíficos y en democracia. Es quizás el aporte institucional más importante que se ha hecho desde el retorno a la democracia.

Nadie está limpio, todos pasamos por la misma historia, al igual que Kirchner. Y no importa si lo que hizo estaba en su cabeza, formaba parte de su programa, si lo hizo en forma espontánea, por revelación divina, por impulso o por carta. Lo único importante es que lo hizo y los demás no, y tenemos que estar contentos de que haya alguien que haya podido abrir camino a la democracia rompiendo los fantasmas intocables del neoliberalismo y de las corporaciones que orientaron y decidieron las políticas sociales y económicas del país hasta el 2003 sin que nadie los hubiera elegido. En democracia, los poderes fácticos, corporativos, tienen que estar subordinados a los poderes democráticos. Son los pueblos, los ciudadanos, los que deciden cómo quieren vivir.

Esa fue la lucha de Néstor Kirchner, un luchador político que nunca se la dio de San Martín, ni de Perón, un flaco con esa pinta de pingüino antihéroe que hizo todo lo opuesto al culto a la personalidad y que discutía mano a mano con cualquiera, aun siendo presidente. Cuando lo acusan de “caudillo” están diciendo pavadas. Los que odian la violencia y las injusticias, los que aman la paz y la vida en democracia, los progresistas de todos los orígenes o los nacionales y populares o esas tres cosas a la vez, y los argentinos en general, tienen que estar agradecidos a Néstor Kirchner. Quizás, alguna vez, todos se den cuenta.

Fuente: Página 12, 27.10.11 – Suplemento especial A un año de la muerte de Néstor Kirchner

Vea en este enlace http://www.pagina12.com.ar/especiales/archivo/especiales/aniversario_nestor.pdf
el Suplemento especial con notas de Hebe de Bonafini, Luis Bruschtein, Estela de Carlotto, Ricardo Forster, Horacio González, Martín Granovsky, Eduardo Jozami, Damián Loreti, Edgardo Mocca, Sandra Russo, Juan Sasturain, Washington Uranga, Horacio Verbitsky y Mario Wainfeld.



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