24 abril 2011

Solicitada de la agrupación Unidos por la Cultura.

 (Publicamos en colaboración y adhiriendo a sus conceptos)


UNIDOS POR LA CULTURA

CON CRISTINA 2011 Y EL PROYECTO NACIONAL Y


POPULAR EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Artistas, pensadores y profesionales del campo nacional y popular apoyamos el modelo de inclusión social y profundización de la democracia que lidera nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Es por esta razón que para las elecciones a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que se llevarán a cabo el próximo 10 de julio, decidimos acompañar sin condicionamientos a quien resulte finalmente elegido entre los tres precandidatos que representan al proyecto nacional.

Se trata de asegurar que la auténtica revolución cultural –que desde 2003 ha puesto en el centro de sus preocupaciones la integración federal y continental y la distribución social y geográfica del ingreso– también se haga realidad en la capital de todos los argentinos. Estamos convencidos de que tanto el Ministro de Economía, Amado Boudou, como el Ministro de Trabajo, Carlos Tomada y el Senador Nacional, Daniel Filmus, reúnen las condiciones humanas, políticas y técnicas, a la vez que el compromiso militante necesario para encabezar la transformación que necesita nuestra querida Buenos Aires para ser una ciudad más justa y solidaria. El nivel del debate y el respeto expresado en la interna de este espacio político nos enorgullece y anticipa la calidad institucional que la Ciudad de Buenos Aires merece.

Porque estamos con Cristina, porque trabajamos para que el modelo nacional, popular y democrático se replique en nuestra Ciudad de Buenos Aires, es que nos ponemos a disposición del candidato que el espacio elija para representarnos.
Leonardo Favio, Taty Almeida, Nelly Omar, Florencia Peña, Andrea del Boca, Jorge Marrale, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Horacio González, Pepe Soriano, Darío Grandinetti, Daniel Valenzuela, Luciano Galende, Lito Nebbia, Ignacio Copani, Mimí Ardú, Orlando Barone, Osvaldo Santoro, Patricia Etchegoyen, Fenna Della Maggiora, Daniel Fanego, Esther Goris, Hugo Arana, Martín García, Ricardo Wullicher, Sergio Boris, Tom Lupo, Liliana Piñeiro, Adriana Varela, Albertina Carri, Alberto Lecchi, Víctor Laplace, Alicia Zanca, Jorge Alemán, Amancay Espíndola, Ana María Picchio, Anabel Cherubito, Andrés Duprat, Andrés Habegger, Antonio Birabent, Araceli Bellota, Ariel Mlynarzewicz, Arturo Bonín, Ruben Stella,(siguen las firmas)

17 abril 2011

ECONOMÍA - TIEMPO ARGENTINO

LA ASAMBLEA DEL FMI Y EL BANCO MUNDIAL

Con doble discurso el Fondo busca legitimarse para imponer el ajuste

Publicado el 17 de Abril de 2011

La reunión en Washington sirvió de escenario para que el organismo, veladamente, vuelva sobre sus recetas ortodoxas. El plan de reducción del déficit presentado por Obama un día antes plantea otro escenario internacional.

La Asamblea conjunta del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial sesionó en Washington signada, indudablemente, por el anuncio del plan del ajuste  del gobierno de Obama que apunta a reducir en 4 billones de dólares el déficit presupuestario en un período de 12 años.

Buenos Aires, capital del libro y la 


desigualdad


La Ciudad tiene una nula vocación para asumirse como capital de todos los argentinos. Actitud que se exhibe cuando el propio jefe comunal tilda de ‘descontrolada’ la inmigración de los países vecinos.


De Tiempo Argentino

Por Rodolfo Hamawi -Director Nacional de Industrias Culturales.


La Unesco ha declarado a Buenos Aires como Capital Mundial del Libro 2011. Esta mención es sin dudas un reconocimiento a la larga y densa trayectoria que ha recorrido el mundo de la producción editorial, que como parte de un campo cultural más amplio hizo de esta ciudad un lugar de referencia para todos nuestros compatriotas, para nuestros vecinos latinoamericanos y para el resto del mundo. No obstante, vale la pena preguntarse si sus políticas culturales actualmente vigentes, y el trasfondo ideológico en el que se cimentan, están a la altura de la responsabilidad y las perspectivas que esta distinción permite avizorar.
En 2010, la industria editorial argentina publicó 27 mil títulos, de los cuales el 65% se produjo en la ciudad de Buenos Aires. Si calculamos la cantidad de ejemplares producidos, la capital nuclea el 75% del total del año pasado. Las editoriales se concentran en la zona centro y norte de la Ciudad. Lo mismo sucede con las librerías, difíciles de hallar al sur de la Avenida Rivadavia. Más allá de estos datos geográficos, el 60% del volumen de ejemplares publicados en el país corresponde a sólo 22 editoriales.
Este alto nivel de concentración agiganta la potencialidad de Buenos Aires. Pero plantea, al mismo tiempo, un serio riesgo: la posibilidad de edificar una Ciudad cerrada sobre una parte de sí misma, excluyente, negadora de las diferencias existentes entre zonas, regiones y países, pero también entre sectores sociales y tradiciones culturales.
De hecho, la postulación para una capitalidad mundial del libro resulta complementaria con su nula vocación por asumirse como capital de todos los argentinos. Actitud que se exhibe sin tapujos en boca del propio jefe comunal cuando tilda de “descontrolada” a la inmigración de los países vecinos, o cuando pretende negar la atención sanitaria en los hospitales públicos a los ciudadanos de otras provincias argentinas, por citar sólo dos ejemplos. Desconoce así el rol integral que tiene la Ciudad, a la que todos los días ingresan millones de personas que no vienen a “aprovecharse” de los recursos públicos, sino a trabajar, estudiar, consumir o disfrutar sus momentos de ocio.
Cabe preguntarse entonces: ¿hubiera sido posible que escritores de la talla de Augusto Roa Bastos, de Neruda, de Onetti, de García Márquez o de Vallejos se hubieran sentido atraídos y cobijados si nuestra Ciudad los hubiera recibido como “inmigrantes descontrolados”? ¿Qué hubiera pasado con autores como el jujeño Héctor Tizón o el santafesino Juan José Saer? Una Buenos Aires construida sobre esas bases, ¿sería hoy Capital Mundial del Libro?
Desde la Secretaría de Cultura de la Nación trabajamos diariamente con medidas concretas para achicar aquella brecha e integrar al país editorial. Para federalizar la producción y distribución de libros y para apoyar el desarrollo profesional de las pequeñas editoriales. Una de ellas es el impulso al Consejo Nacional de Lectura, una iniciativa que coordina diversas jurisdicciones públicas para trabajar en la promoción de la lectura y la creación de nuevos lectores. En la misma línea, se inscriben la creación de una plataforma digital para la promoción de las ediciones universitarias; el apoyo a las demandas del sector editorial para corregir asimetrías impositivas que ponen al libro argentino en desventaja frente al importado; y la creación de la escuela de libreros, la primera en su tipo. Junto con el Ministerio de Trabajo y la cámara de libreros, comenzó a funcionar el año pasado en la Ciudad de Buenos Aires y estamos inaugurando este mes la de Córdoba. Para el segundo semestre de 2011, estamos proyectando abrir la escuela de libreros de Rosario.
Estas acciones tienen como guía la profunda convicción de que el Estado debe asumir cada día más las tareas que le son propias, tal cual viene haciéndolo en el país desde 2003. Para posibilitar, en el ámbito de la cultura, mayores niveles de igualdad, de justicia y de excelencia para la producción, objetivos que el mercado nunca podrá cumplir.
En Buenos Aires se advierte un recorrido opuesto. Mientras el gobierno porteño procura proyectar una imagen internacional, la ciudad posee detrás de la Facultad de Derecho un centro de exposiciones en pésimas condiciones, detenido en el tiempo, que no permite realizar actividades de envergadura y se utiliza para alojar los talleres del Teatro Colón. ¿Quién se beneficia? El negocio privado. En este caso, la Sociedad Rural y la sociedad que gerencia su predio, cobrando exorbitantes alquileres cuyos costos terminan sufriendo todas las editoriales a la hora de rentar los stand para la Feria del Libro.
La Feria del Libro de Buenos Aires, con su maravillosa impronta cultural y su colosal trayectoria, no debiera convertirse en una fiesta sobre el Titanic de las asimetrías. Por eso, se entiende el dolor de muchos al saber que los predicadores globales del neoliberalismo la usarán para fogonear su añorado modelo, ese que deja a la cultura indefensa frente al mercado. O para ser más específicos, que condena al desamparo a editores, autores y libreros, tal cual ocurrió en nuestro país hasta no hace muchos años.