Por
Martín Granovsky
Desde
Asunción
–¿Cuál
es la caracterización argentina sobre el cambio de presidente en
Paraguay?
–El
gobierno argentino considera que estamos frente a una ruptura del
orden democrático.
–¿Por
qué ruptura, si la destitución de Fernando Lugo se basó en el
juicio político?
–Es
que en Paraguay se utilizó un mecanismo contemplado en la
Constitución, pero fue aplicado de tal forma que viola no sólo el
espíritu de esa Constitución sino toda práctica constitucional del
mundo democrático.
–¿Cuál
sería la violación?
–Practicar
una ejecución sumaria. Darle dos horas de defensa a un presidente
democráticamente electo es un tiempo menor al que tiene quien pasó
un semáforo en rojo. Es triste lo que ocurrió en Paraguay. Es
triste haber visto a Lugo el viernes a la tarde solo, en su despacho
de la casa de gobierno, sin papeles sobre el escritorio, viendo por
televisión cómo el Congreso lo destituía.
–¿Los
cancilleres de Unasur estaban allí con él en ese momento?
–Sí.
Después de haber hecho todo lo posible para buscar alternativas.
Pero en ningún caso encontramos el más mínimo interés en la
oposición de dialogar con nosotros y buscar una opción a la
ejecución sumaria de un presidente. Y eso que les dijimos claramente
que estábamos allí para respetar, al mismo tiempo, la soberanía de
Paraguay y los documentos internacionales que todos firmamos.
–¿Los
textos de Unasur y de Mercosur?
–Ambos.
Y quiero aclarar algo que les dijimos a los dirigentes de la
oposición a Lugo. No sólo Paraguay estaba obligado a cumplir con
los acuerdos firmados. También cada uno de los otros países.
Nosotros también estamos obligados a cumplir con los acuerdos.
Debemos aplicarnos las cláusulas incluso a nosotros mismos.
–¿En
algún momento los cancilleres de Unasur vieron una chance de
arreglo?
–Cuando
llegamos y hablamos con Lugo por primera vez él nos dijo que aún
tenía alguna esperanza. Pero después fuimos topándonos con la
realidad. Primero nos reunimos con los dirigentes del Partido
Colorado. Nos dijeron que el gobierno era inviable y se tenía que
ir. Y que había que hacerlo rápido porque supuestamente Lugo había
llamado a elementos subversivos y violentos. También nos reunimos
con el líder del Partido Liberal Radical Auténtico en el Congreso.
Recuerdo una de las respuestas de un dirigente opositor: “Lo mejor
que pueden hacer los cancilleres de Unasur es irse”.
–¿Cuál
fue la respuesta?
–Esta:
“Señor, son las 11 de la mañana. A las 12 empieza el juicio. ¿Hay
algo que ustedes puedan decirme para ayudarlos a que esta situación
no llegue a mayores?” Me dijeron: “No. La Constitución manda
formas de hacer el juicio, no tiempos”. Les contesté: “Están
hablando de un jefe de Estado que asumió con la representación
popular. Por otra parte, no veo a nadie en la calle, y menos con
ánimo violento”. Un rato después insistí.
–¿Con
qué argumento?
–Ya
eran las 11 y media de la mañana. “Sigamos hablando. Díganme
cualquier idea que tengan.” Otros cancilleres les decían que el
Congreso estaba inventando un reglamento. Nos repusieron que no había
que probar los hechos porque eran de público y notorio conocimiento.
Y lo repetían a cada momento: público y notorio. A las 12 menos
cuarto faltaban 15 minutos para el comienzo del juicio. Les dije:
“Señores, se vienen épocas muy duras para el Paraguay porque
nosotros vamos a tener que aplicar la cláusula democrática”. No
pareció conmoverlos nada. Nos fuimos otra vez a hablar con Lugo.
Allí, entre los cancilleres, se decidió que fuéramos con Antonio
Patriota, de Brasil, a conversar con Federico Franco.
–Todavía
era el vice.
–Sí.
Le dije: “Mire, no queda mucho tiempo. ¿Usted cree que es justo lo
que están haciendo? ¿Piensa que el mundo va a reconocer la
destitución de esta manera como un procedimiento correcto”.
Recuerdo su contestación: “En Paraguay un vicepresidente tiene
tres tareas: presenciar la reunión de gabinete, actuar como nexo con
el Congreso y asumir en caso de enfermedad, muerte y destitución del
presidente. Voy a cumplir con la Constitución paraguaya”. Le
pregunté si dos horas para preparar una defensa le parecía un
tiempo suficiente. Me dijo: “Solo Dios sabe el tiempo que le di”.
Le pedí que nos acompañara a los cancilleres al Congreso y que
dijera delante nuestro que su compañero de fórmula no había tenido
tiempo de preparar la defensa y que, por lo tanto, él no asumiría
la presidencia en caso de destitución. “Es que es mi obligación
asumir”, dijo Franco. Uno de los acólitos suyos comentó entonces
que Fernando Collor de Mello tuvo licencia por seis meses. Le
pregunté si en caso de que pudiéramos convencer a Lugo de pedir
licencia, le darían seis meses para preparar su defensa. Fue ahí
que me dijo una frase que ya habíamos escuchado de otros dirigentes:
“Este gobierno es inviable. Aquí comienza la violencia mañana”.
Le dijimos que había poca gente en la calle y que no habría quien
quisiera generar violencia. “No, ya es tarde”, repetía Franco.
Patriota ofreció pedirle a Lugo un llamamiento contra la violencia.
Yo le dije: “Le voy a decir la verdad de lo que va a ocurrir.
Paraguay sufrirá y quedará aislado y usted deberá gobernar en
condiciones difíciles”.
–Por
lo visto, Franco estaba muy decidido.
–Me
contestó: “Soy médico y estoy acostumbrado a tomar decisiones”.
Le repliqué que los médicos juran hacer el menor daño posible a
los pacientes y que él le estaba por hacer el mayor daño posible al
Paraguay y a la democracia. También le dijimos que Paraguay se
convertiría en un caso Honduras Dos. Contestó: “¡Pero ahí
sacaron a un presidente en pijama!”. Le pedimos que no se
confundiera, que la cuestión no era cómo está vestido un
presidente cuando es destituido irregularmente sino la irregularidad
de la destitución. Ya con un clima caldeado nos fuimos, con
Patriota, diciéndole por último que Paraguay estaba por concretar
un golpe.
–¿A
dónde fueron?
–A
ver otra vez a Lugo en la casa de gobierno. Cuando llegamos no sólo
no había violencia. Había menos gente en la calle. Los cancilleres
de Unasur y el secretario Alí Rodríguez nos quedamos hablando con
Lugo, para no dejarlo solo. Vimos la votación por televisión y
cuando terminó la destitución le dijimos: “Presidente, nos vamos
porque no queremos estar cuando asuma Franco. La Argentina ofrece
asilo a cualquiera que lo solicite”. Lugo anunció que se quedaría
en Paraguay y que no llamaría a un levantamiento porque quería
evitar muertos. Le dije que Juan Perón hizo lo mismo en 1955 y que
siempre se puede volver si no hay muertos. Media hora antes del fin
de la destitución aparecieron en el palacio de gobierno militares
que hasta ese momento no estaban. Lugo pensó que se trataba de una
forma de presión y nos contó que retomaría el trabajo en las bases
y recorrería el país. Alí Rodríguez le dijo: “La retirada es el
primer paso de la ofensiva”. Yo le comenté: “Evidentemente,
usted es el presidente que nunca debió haber sido, porque va en
contra de la tradición de Paraguay”. Nos pidió que no
abandonáramos al pueblo paraguayo y que los ayudáramos a defender
los derechos humanos y las libertades cívicas. A las seis de la
tarde nos abrazamos y nos fuimos. Había poca gente en la calle.
–¿El
Mercosur castigará al gobierno paraguayo?
–El
Mercosur aplicará los tratados que firmamos. Y Unasur también.
–¿Está
prevista la incorporación de Venezuela como miembro pleno?
–La
Argentina, Brasil y Uruguay están interesados en el ingreso de
Venezuela, como se sabe, pero no creo que una situación amerite la
otra.
Nota
publicada en Página 12, el 24 de junio de 2012
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