15 febrero 2012

¿Ambientalismo o Intereses?

¿Ahora se vienen disfrazados de verdes?

Por Mario Toer *

En momentos en que la actividad minera se ha instalado en la discusión pública nacional, resulta un desafío dejar en claro los elementos en juego y separarlos de aquellos intereses mezquinos de sectores de la oposición. El uso instrumental del temor social solo imposibilita discernir con exactitud los contornos de esta problemática. Iniciativa invita a leer este interesante artículo de nuestro colaborador, Mario Toer, esperando que sirva como un buen detonante para quienes, desde el proyecto nacional y popular, consideramos que deben darse las condiciones para un debate claro y la toma de posición correspondiente a los hechos en juego. Leer más.
¿Ahora se vienen disfrazados de verdes?
Después que se derrumbó la expectativa por crear un eje de reagrupamiento que se abroquelase en Colombia, Chile y Perú, la derecha latinoamericana entró en un período de notorio retroceso y búsqueda de nuevos caminos. No solo el atrevimiento de los estudiantes chilenos, el triunfo de Humala entre los peruanos e incluso la obligada prudencia de Santos en Colombia ponía en evidencia los límites del fracasado ”eje del Pacífico”. También el triunfo de Dilma en Brasil, la notable atropellada de Cristina en la Argentina y la consolidación de la imagen de Chávez, reforzada incluso con su alentadora batalla contra el cáncer, mostraban que la otra costa oceánica renovaba su aporte a un escenario promisorio de avances persistentes por parte de quienes buscan consolidar un bloque alternativo al neoliberalismo en la región. El nuevo ramalazo de la crisis con su ascendrado arraigo en Europa terminó de privar a los voceros de la reacción de sus más conocidos y reiterados argumentos y cantinelas.
¿A qué recurrir? ¿Cómo reaparecer en escenarios políticos que se han mostrado esquivos? No es una novedad de las leyes de la confrontación que cuando se carece de fuerza para arremeter se hace necesario atender como nunca antes a las debilidades, las diferencias, los flancos débiles del adversario. Tampoco es un descubrimiento que los estados mayores de la derecha conjugan la sapiencia acumulada por siglos y nunca dejan de tentar el movimiento que suponen oportuno, sin conceder tregua alguna. ¿Porqué no recurrir a los recónditos temores que albergan los pueblos y atizar el miedo al solapado envenenamiento que puede venir con los gases del progreso o las aguas contaminadas por la desaprensión humana?
Es cierto que pueden afectarse intereses de empresarios “colegas”, pero en buena parte de los casos no provienen de las principales metrópolis sino de empeñosos aspirantes como Finlandia y Canadá. Pero aunque ese costo sea inevitable, sabido es que una vez dividido el pueblo, deslegitimados sus dirigentes, todo puede volver a los cursos acostumbrados y compensar con creces los “daños colaterales”.
Por otra parte, si han sido pueblos originarios o de latitudes marginales los que se han sumado a las multitudes adictas al “neopopulismo” descompensando la balanza, ¿cómo desechar afincarse entre esas mismas huestes para regresar a los antiguos cauces desde donde nunca debieron haberse apartado?.
Quizá uno de los primeros escenarios donde se conjeturaron las diversas posibilidades fue entre nosotros, cuando una impenitente pueblada cortó por largos meses los vínculos terrestres con nuestros hermanos uruguayos, a partir de cuestionar una iniciativa inconsulta que más tarde se sobre dimensiona con el alegato de la inexorable presencia de malignos fluidos que después nunca se encontraron. Más tarde fue en Ecuador donde el presidente Correa, en un contundente discurso para respaldar la ley minera, llamó a las cosas por su nombre: “Si no se les hace caso a sus absurdas demandas, somos los autoritarios y abusivos. Y en nombre de la democracia y los derechos humanos, se creen con patente de corso para cerrar carreteras, secuestrar médicos, agredir policías, quemar ambulancias” para agregar que los “pequeños grupos indígenas” y los “fundamentalistas ecológicos” quieren condenar al país “a ser mendigos en un saco de riquezas”. Por ese entonces, en Brasil, al calor de las protestas contra la que sería la tercera represa hidroeléctica más grande del mundo, en el corazón del Amazonas, surge la candidatura “verde” de Marina Silva, que acumuló una apreciable cantidad de votos pero sin llegar a impedir el triunfo del PT en segunda vuelta. En Perú, el recién llegado Humala, debe hacerse cargo de emprendimientos heredados e intenta detener las marchas y protestas que suponen indefectible el marasmo ecológico producido por la “gran minería a cielo abierto”. El presidente Evo Morales, muy poco después de haber hecho retroceder la concertada ofensiva derechista, se encuentra con que algunos sectores indígenas del Oriente, con lazos con aquella derecha (que también ha dado en llamarse “verde”), marchan e impiden la construcción de un camino vital para la integración del país. Evo Morales acaba de hacer aprobar en el Parlamento una ley que permitirá debatir y por último decidir en un plebiscito si se hace el camino. La oposición ya ha anunciado que tratará de impedirlo. Pero en Bolivia saben que si ceden ante la prepotencia enmascarada de ambientalismo,  perderán la capacidad de liderazgo en todos los terrenos.
En nuestro país, particularmente en las provincias cordilleranas que durante tanto tiempo habían envidiado a Chile su desarrollo minero (el “sueldo” de Chile, lo llamaba Salvador Allende) han surgido sectores que impugnan las iniciativas extractivas. No parecen ser muy numerosos, si atendemos a las últimas elecciones, pero sabido es que, a veces, se puede alcanzar notoriedad con poca gente. Y como pasa en estos casos, los temores pueden ser, hasta cierto punto, legítimos. Nadie ignora que el progreso contamina, máxime el ocasionado por el desaprensivo desarrollo capitalista. Nosotros tenemos ese testimonio monumental que parece perpetuo que es el Riachuelo. Nadie puede subestimaremprendimiento.
Pero aquí viene lo que no puede perderse de vista: ¿un debate fructífero o acción directa para dividir o desestabilizar? En todos estos países vamos a encontrar declaraciones que se conjugan y a veces se confunden de rancios representantes de la oposición conservadora y sus consabidos medios de prensa, ultraizquierdistas impenitentes dedicados tiempo completo a debilitar a los gobiernos que suponen han secuestrado a una inasible revolución soñada, hasta, también los hay, de honestos y apacibles amantes de la naturaleza. Por otro lado, a no dudarlo, aparecen intereses locales o nacionales con nexos poco transparentes con empresas extractivas. Es imprescindible separar la paja del trigo, así como no desatender las denuncias fundadas.
Pero ¿qué clase de debate podemos esperar o aún alentar? ¿Qué vamos a exigir? ¿Qué se vayan todas las mineras o más control del Estado? Por otra parte, si de “modelos de desarrollo” se trata, más allá de la retórica, no se puede dilucidar la índole de un camino a futuro en apenas una coyuntura con algunas frases efectistas sino que supone toda una etapa de evaluaciones y aprendizajes, sin histerias ni indulgencias.
 Sabido es que la acción directa ocasiona dictámenes judiciales y desalojos, con su saldo de violencia que muchas veces no se sabe evitar ni tampoco en qué termina. Ocurrió en todos los escenarios que hemos nombrado de nuestra patria grande. Los desestabilizadores de parabienes. Ni la represión de la protesta ni la búsqueda de martirologios servirán para ahondar en el problema. Y no hay que tener temor en decirlo. No se trata de descartar nada, sino de responsabilidad política y verdaderas intenciones. Y aquí tiene que estar la diferencia. ¿Cuántos son los que se suman a reclamos sin contar con las debidas certezas o al menos han hecho el esfuerzo por evaluar los potenciales riesgos que se aducen? Pocos temas como este requieren de experticia y precisión. Y si cabe, garantizada la información responsable, que se convoque a un plebiscito en la región involucrada. Quienes quieren contar con recursos para intensificar la distribución y sacar de la miseria a vastos sectores que constituyen la herencia vergonzosa de nuestro continente, no pueden confundirse. La provocación, aunque se vista de caléndula,  sirve a la derecha. Sus “medios de incomunicación” después que han sido desahuciados en la mayoría de sus campañas, están explorando el camino de la sensibilidad ambientalista. Y siguen sabiendo mucho en esto de imponer la agenda. Como dice García Linera, atención con la “trampa imperial”, no podemos “cuidar el bosque para el mundo entero” mientras en “el norte siguen depredando todos los bosques”. Y nos seguirá diciendo que “hay que cuidar a la madre tierra”, sí, pero sin olvidarnos de sus hijos, que hoy sufren tremendas carencias. Y esas carencias no pueden esperar más. Los que parecen olvidarse de los más necesitados, y se apresuran a desfilar como cruzados, sin miramientos, con bizarría fundamentalista en defensa del “medio ambiente”, aquí, en La Paz, Quito, Lima, o Río ¿a quién le estarán haciendo el juego? De últimas, bien merece la pena que todos nos asumamos verdes, es mucho por lo que hay que velar, pero en el próximo desfile, si sentimos al lado nuestro un tufillo demasiado a nuevo en la capa verdolaga, digamos sin empacho “te conozco mascarita”, y seguro veremos que a más de uno se le cae la careta y el rostro se va tornando hacia un violáceo, más bien tenebroso…
* Sociólogo – Profesor Consulto de la Universidad de Buenos Aires.
Fuente: Iniciativa por un proyeecto nacional, popular y latinoamericano.

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