28 julio 2011

Debates sobre la Capital Federal

Debates sobre la Capital Federal
La Ciudad en la irresuelta cuestión nacional


Autonomía porteña,la histórica jugada magistral de la reacción
Por Federico Bernal *
Escudriñar en las causas históricas del separatismo portuario permitirá redimensionar la importancia estratégica de la Ciudad capital. Esto es, dejar de medirla en términos electoralistas para hacerlo como pieza política, geopolítica, económica y comercial.
El menemismo vino a terminar lo iniciado en 1955 y que, a excepción del brevísimo interregno 1973/74, prosiguió hasta 2003. Su mayor éxito, la elaboración y posterior ejecución de su basamento jurídico-constitucional a nivel: 1) privatización y desregulación estatal; 2) provincialización (descentralización-desnacionalización) de los recursos naturales y sus rentas; y 3) la autonomía porteña. La lección histórica devenida del peor golpe jamás recibido por el liberalismo argentino, la federalización de la Ciudad de Buenos Aires en 1880 había sido asimilada. Diezmar al país es únicamente viable y sostenible en el tiempo al combinar la demolición del Estado, con el traspaso del control de los recursos estratégicos a las provincias y con la conversión de la Capital Federal en una Ciudad-Estado, tal como lo fue entre 1810 y 1880. Con la provincialización de recursos, las provincias acentuaron su primarización económica. Igual sucedió con la renta aduanera primero y la renta agraria después, rentas que usufructuadas por una insignificante minoría social, trabaron el desarrollo de las fuerzas productivas y la capitalización nacional. Pero del 2003 a la fecha, la Argentina “granero del mundo” si bien decidida a no dejarse vencer, se encuentra en franco retroceso. No obstante ello, dos de sus tres basamentos jurídicos-constitucionales siguen en pie. Aquí nos centraremos en la cuestión de la “autonomía” porteña, autonomía que desde un punto de vista histórico, económico, político y social afecta severamente la consolidación y profundización de lo iniciado ocho años atrás. Escudriñar en las causas históricas del separatismo portuario permitirá redimensionar la importancia estratégica de la ciudad capital. Esto es, dejar de medirla en términos electoralistas para hacerlo como pieza política, geopolítica, económica y comercial clave de la irresuelta cuestión nacional (por ejemplo, fue el distrito federal de Buenos Aires la plaza fuerte del poder antinacional, punta de lanza de la contrarrevolución de 1811, como de los golpes del ‘30, el ‘55, el ‘76 y del fallido de 2008). Permitirá asimismo hacerse la siguiente reflexión: ¿es posible recuperar la Ciudad sin cambiar las reglas de juego del Pacto de Olivos y su movida autonomista de 1996? Mientras tanto, la autonomía avanza para dar el gran batacazo: la transferencia del Puerto de Buenos Aires a la Ciudad.
LA JUGADA CONSERVADORA. La federalización de Buenos Aires recuperó la Ciudad para todos los argentinos al hacerla su capital. La Ley de Federalización de 1880 ponía en manos de la Nación, no sólo la multimillonaria renta aduanera, sino también al municipio de Buenos Aires al colocarlo directamente bajo la égida del Poder Ejecutivo Nacional. La ciudad en donde reside el gobierno de la Nación estaría gobernada por un delegado nombrado por el presidente: el intendente. Pero la autonomía de 1996 modificó notablemente el espíritu de dicha ley. La “autonomía” cedió a la ciudadanía local la decisión de elegir al intendente. Una jugada magistral porque tal como dijo Sarmiento allá por 1887: “En Buenos Aires no está la Nación, porque es una provincia de extranjeros.” Si bien el nivel de extranjerización social cambió drásticamente desde entonces, su egoísmo anti-provinciano, su xenofobia, su profundo y congénito desprecio a lo popular como su amor a lo extranjero siguen dando sustento a la frase del sanjuanino. Asimismo y para cierto sector del progresismo pequeño-burgués, creer que la autonomía porteña es un logro de la democracia en general y participativa en particular resulta tan ingenuo y erróneo como creer que la democracia retornó al país por el sólo hecho de un pueblo habilitado a elegir a sus gobernantes. La “autonomía porteña”, histórico anhelo del conservadurismo argentino, quitó de las manos del presidente de la Nación la elección del intendente de la ciudad capital, para colocarlo en manos de los vecinos y vecinas. Un traspaso que, dada la también histórica naturaleza ideológica de los porteños, sin dudas profundizará la “autonomía” poniéndola más allá del color partidario del gobierno central. De aquí que mientras más se nacionalice y democratice el país, la autonomía porteña tienda a desnacionalizar su ciudad capital.
EL GRAN BOTÍN: LA TRANSFERENCIA DEL PUERTO. ¿Cuál es el siguiente paso? El Puerto de Buenos Aires es el único verdaderamente federal, es decir, el único que no fue provincializado. En efecto, la privatización y federalización de YPF tuvo su par en la privatización de las terminales portuarias y el traspaso de los puertos a sus respectivas provincias. La Ley Nacional de Puertos de 1992 establecía la transferencia del Puerto de Buenos Aires a la entonces Municipalidad homónima, acción que fue vetada por el Poder Ejecutivo. Pero en este presente, todo está dado para terminar la gran obra. El traspaso del puerto a la Ciudad Autónoma es una de las grandes demandas del macrismo y estará avalado por los vecinos y las vecinas que democráticamente lo eligieron. Y así es cómo finalmente llegamos al ridículo de que uno de los principales puertos de Sudamérica y el principal puerto del país en operación de contendedores y de carga de alto valor agregado; el único puerto propiedad del Estado nacional, aorta de las provincias mediterráneas hacia el Mercosur y el Mundo, responsable del 90% del tráfico de contenedores de la Argentina y de un valor de importaciones-exportaciones de mercancías equivalente al 11% del PBI, este puerto habrá de depender de una administración localista cuya elección a su vez depende de vecinos y vecinas en su gran mayoría no afines a la causa nacional.
CONCLUSIONES: ¡QUE EL PUEBLO ARGENTINO ELIJA AL INTENDENTE PORTEÑO! El ex presidente Néstor Kirchner reconoció unos meses antes de su desaparición física el error de haber avalado la provincialización de recursos. Quizás por este motivo, sembró las bases para exterminarlo con la creación de Enarsa primero y la creación del Fondo Solidario de la Soja después. Y es este último el que viene a romper con el federalismo del mitrismo contemporáneo (provincialización de recursos), revolucionando las reglas de juego. En igual sentido deberá tratarse la cuestión de la Capital Federal. Gracias al espurio Pacto de Olivos, la provincialización de recursos y la reedición de un “Estado dentro de la Nación misma” –como sostenían las huestes tejedoristas y mitristas– ha traspasado los límites de la General Paz, pero en dirección al Puerto de Buenos Aires. El horror de que bonaerenses no puedan atenderse en los hospitales capitalinos no es nada en comparación con el traspaso del puerto a manos de la Ciudad. Como sea, la clave pasa por desarticular las bases jurídico-constitucionales del neoliberalismo citadas al comienzo. Porque no habrá posibilidad cierta de recuperar los hidrocarburos, los minerales y la Ciudad con la Constitución de 1994. Su articulado no sólo dio sustento al aspecto “federal” del dominio jurídico de los hidrocarburos, sino que abrió las puertas a la autonomía porteña de 1996. Cambiar las reglas del juego: ¿por qué los porteños y porteñas deben ser quienes elijan con total exclusividad al intendente capitalino? Antes de la reforma de 1996, era el presidente de la Nación –elegido por las mayorías argentinas– quien elegía a la primera autoridad distrital. Suponiendo esta última opción poco democrática a los tiempos de profundas transformaciones que corren, ¿por qué no extender al conjunto del país la elección del jefe de gobierno, reteniendo los vecinos y vecinas la exclusividad para la elección de comuneros? En fin, no habrá solución digna para los problemas de vivienda, salud, educación, empleo y transporte que hoy por hoy afligen a los habitantes de la capital si ésta sigue divorciada de la Nación. En plena campaña electoral de 1880 y cuyo resultado definiría la cuestión de la Capital, el diario La Nación se pronunciaba abiertamente en contra de la federalización. En un editorial de octubre del mismo año señalaba: “La cuestión electoral se ha convertido en una cuestión de organización nacional.” Tuvo razón. Ahora también.
* Director del CLICeT.
Fuente: Tiempo Argentino, 31.07.11

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